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Y yo me pregunto…
Mercadona es sin duda el supermercado que más ha evolucionado en los últimos 15 años, por innovación, nuevas ideas, trato al personal y por ambición de conseguir ser el número uno en distribución en España.
Reto conseguido, meta alcanzada y todo esto a pesar de seguir cometiendo errores de bulto, no quiero pensar lo mal que lo están haciendo los demás.
Hay algo que no tiene perdón, SU FRUTERÍA. Es algo incompresible, siguen pasando los años y no ponen remedio. Hay intentos, uno trás otro pero no lo solucionan nunca.
De verdad que nadie de las altas instancias del gran distribuidor se ha preguntado por qué proliferan las fruterías alrededor de los Mercadona como buitres alrededor de una presa.
¿Qué curioso, no?
Podríamos pararnos a analizar el aspecto de la sección de frutería con sus cestas verdes que aparecen y desaparecen en un abrir y cerrar de ojos. Los eficientes trabajadores se encargan de montar y desmontar el tetris dependiendo de la escasez de existencias. Es una frutería en España, no pueden escasear determinadas frutas como si estuvieramos en un estado de sitio.
Afortunadamente existen aspectos positivos, los avances en los que Mercadona siempre intenta ir por delante, no tenemos que pesar la fruta, cada vez hay menos fruta envasada en plástico (aunque siguen sin tener bolsitas biodegradables) y van añadiendo nuevas variedades de vez en cuando.
Pero centrándonos en lo más importante de una frutería SU FRUTA, sigo sin entender como se puede tener una fruta tan mala. Seguro que para un alemán o noruego sería una fruta excepcional pero para alguién que ha nacido en España la «Reserva de Vitamina de Occidente» es un horror.
Patatas del montón, tomates que no saben a nada, manzanas que saben a madera, el sacrilegio de vender esas mandarinas y naranjas siendo valencianos. Se salvan los melones, sandías (en verando claro está) y los plátanos canarios.
«Señores de Mercadona, queremos frutas de verdad»